La inflación está jugando una mala pasada a los migrantes por partida doble: en el país en el que viven con precios que desafían su poder adquisitivo, pero también en las naciones de las que son originarios.
Las alzas de precios están golpeando con dureza los bolsillos de prácticamente todas las familias alrededor del mundo, pero para los migrantes, ese golpe ocurre en dos lugares diferentes.
Además de recortar gastos y buscar nuevas fuentes de ingreso, los trabajadores migrantes ven como, cada vez, el dinero que envían a sus familiares en sus países de origen les alcanza para menos.
Para los trabajadores que dejaron sus hogares para buscar nuevas oportunidades en Estados Unidos, la historia no es distinta, pues en el país, la inflación interanual llegó a 8.2% en septiembre pasado, según datos de la Oficina de Estadísticas Laborales.
Eso significa que todo cuesta más; principalmente los alimentos, la vivienda y el combustible, tres elementos que son considerados básicos para los presupuestos de cualquier familia.
Estos mismos precios que golpean la economía familiar en Estados Unidos, reduce la capacidad de compra en los países en los que sus seres queridos viven, en donde los precios suben por igual.
Frente a esta situación, los trabajadores migrantes han optado por ahorrar menos, recortar gastos y, por supuestos, estirar las horas de trabajo con turnos extra, trabajos adicionales o turnos de fin de semana.
?Antes ahorraba algo, unos $200 dólares semanales. Ahora, apenas puedo ahorrar $100 dólares por semana. Vivo al día?, dijo Carlos Huerta, un mexicano que trabaja como conductor en Nueva York, en un reporte para ABC.
La economía mundial se tambalea
En medio de este escenario, la incertidumbre y la crisis acechan a las economías mundiales, que no terminaban de salir de la crisis que provocó la pandemia de COVID-19, cuando ya se encontraban de frente con las alzas inflacionarias mundiales.
De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la inflación mundial alcanzará este año el máximo de 9.5%; un dato que, advirtió, será más alto en los países en desarrollo, como Estados Unidos.
Por su parte, Peter Ceretti, analista que estudia la seguridad alimentaria en la firma de asesoría de riesgo Eurasia Group, apuntó que, en los países en desarrollo, las familias de bajos ingresos gastan más del 40% de sus ingresos en alimentos.
?Las personas más pobres están gastando mucho más de sus ingresos en alimentos y energía?, ratificó Max Lawson, jefe de política de desigualdad de la organización contra la pobreza Oxfam.